El más destructivo de todos los estímulos para las personas es la indiferencia. La indiferencia literalmente mata.
Hay varios estudios que demuestran que la indiferencia mata se los comparto:
El primero, por demás impactante, fue el realizado en el campo de concentración Nazi, en Alemania, llamado Dahao (en Buchenwald y Dachau). El experimento llamado estímulo cero consistía en quitarle todo estímulo a personas de aproximadamente 30 años. De esta manera no podían oír a nadie ni nadie los podía oír a ellos, no podían tocar a nadie ni nadie los podía tocar y así con los demás sentidos. El resultado fue que la persona empezó a dudar de su existencia en pocas horas, mostrando una urgencia por recibir algún estímulo que le dijera que existía. Una angustia como si el cuerpo le preguntara a cada instante a los sentidos si existía. Como un mecanismo de defensa y de supervivencia, la búsqueda fue tan fuerte como si se buscara aire para respirar cuando faltaba. Inexplicablemente las personas morían a las 29 horas aproximadamente. La indiferencia mata.
El segundo estudio consistió en el aislamiento de monos pequeños. Este fue realizado en la Universidad de Wisconsin, por el Doctor Harry Harlow, a principios de los 60’s, a monos recién nacidos se les separaba de su madre de tal forma que podían verse, oírse, olerse pero no podían tocarse ya que se les había antepuesto un vidrio entre la madre y el hijo mono. Después de intensos gritos y forcejeos, el bebé mono se retiraba al rincón de la jaula y metiendo su cabeza entre las rodillas como en posición fetal, se moría a las 7 horas aproximadamente. La indiferencia lo mató.
El tercer estudio sobre la indiferencia fue realizado por un estudiante de ginecología de la India, quien logró el mayor descubrimiento del siglo. Cada año se presentaban más de 13 millones de nacimientos prematuros en el mundo que representan entre 3 a 4% de los nacimientos. La mortalidad de los nacidos prematuros que era en los años 60’s de 25 al 30%, disminuyó gracias a este descubrimiento. La tasa de mortalidad perinatal está experimentando un descenso. Todo surge al preguntarse ¿Por qué es más peligroso nacer prematuramente ochomesino que de siete meses? Los pediatras investigadores atribuían la mortandad a la presencia del líquido amniótico y otros factores no muy concluyentes. Había que mantener la bolsa que contiene al bebé junto con su líquido de manera íntegra el mayor tiempo posible. Fue este estudiante de ginecología el que estudiando la matriz descubrió que en los últimos tres meses del embarazo, el bebé se desarrolla enormemente y pone en funcionamiento sus pulmones, su cerebro, su intestino y todos sus órganos moviéndose más que nunca e irritando más la matriz en su interior. Hasta los siete meses de embarazo, el bebé ha estado irritando las paredes internas de la matriz con sus bruscos movimientos y ésta ha soportado pasivamente. Pero algo admirable sucede a partir del octavo mes. La matriz, como defensa empieza a responder a los estímulos lacerantes causados por el movimiento del bebé. Envía unas caricias o pequeñas vibraciones que sorprenden al bebé y este quita la parte de su cuerpo que está lastimando. Con ello siente un gran placer. Por primera vez siente que existe y le gusta el juego. Manda sus estímulos y la matriz siempre le responde. Se mueve más, fortaleciendo así los músculos que le ayudarán posteriormente a nacer. Cada vez que toca la matriz y le responde siente que existe y se va llenando de vida. Al nacer un bebé de siete meses se mueve en la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN o incubadora,) y si nadie le responde no pasa nada, ya que no ha aprendido que tiene que pasar algo. En cambio, el de ocho meses al moverse en la incubadora y nadie le responde se angustia a tal grado que ya no siente que vive y tiende a morirse. Ya no siente con placer que existe. La indiferencia lo mata literalmente.
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