Dos cualidades humanas serán
propuestas en la presente reflexión que derivan en la construcción de la
felicidad:
La amabilidad y la compasión.
Coincido en que la Amabilidad, es
considerada como el acto o el estado del comportamiento caritativo hacia otras
personas y seres, donde la persona amable es aquella que por su actitud afable,
complaciente y afectuosa es digna de ser amada.
La sola palabra amable es dulce,
anima, levanta, consuela y fortalece, es afabilidad en la conducta,
naturalidad en el obrar, paz en el semblante, benevolencia en la mirada.
La amabilidad se comunica y
trasmite de un solo corazón a los corazones de una familia o comunidad entera.
Recuerda que la amabilidad pone
la sensibilidad más profunda de la persona al bien y al servicio del otro.
Es ofrecer lo que mejor se tiene
y compartirlo con los demás, de manera generosa e incondicional.
Es una actitud. Una manera constante
de vivir y fluir con uno mismo y con el otro.
La amabilidad se caracteriza por
tener hacia los demás:
a) dominio propio
b) actitud pacificadora
c) respeto
d) honra
e) gozo
f) consideración
Se puede decir que no existe la
amabilidad ni la compasión sin el otro. Considerar la existencia del prójimo es
indispensable para la existencia de la amabilidad o la compasión.
La indiferencia mata al otro y el
Mindfulness hacia el otro le da vida. Entiendo Mindfulness como el enfocarse
profundamente en una sola cosa. Es Meditar. Concentrarse. Es ser MonoTasking.
Al mirar con cuidado las
características de la amabilidad podemos darnos cuenta que son una serie de
elementos que entran en el terreno de los valores. Sólo son elementos
promovidos por quienes los conocen.
¿Qué propósito tiene la
amabilidad?
En un ejercicio de
auto observación vale la pena preguntarnos si nacemos con amabilidad o la
aprendemos.
Quizá descubrimos que la vivimos
y somos amables. O quizá descubrimos que nos falta fortalecerla y tiene un gran
propósito.
Lo importante es que nos demos
cuenta y podamos optar por ser amables, también reconocer que la amabilidad
contribuye fuertemente con la felicidad del que la ofrece.
La calidad de las relaciones
humanas inicia en la capacidad de reflexionar cómo nos relacionamos con
nosotros mismos, cómo nos miramos y cómo nos sentimos.
¿Lo hacemos amorosamente?
¿Nos tratamos con amabilidad?
La manera en cómo nos tratemos es
la manera como nos vinculamos con el mundo, de esta forma es como nos
relacionamos unos con otros dentro de nuestro núcleo familiar, con nuestros
amigos, con desconocidos e incluso con nuestros animales.
Sobre la Compasión quisiera que
reflexionemos lo siguiente:
Si deseamos un mundo lleno de
personas felices vale la pena preguntarnos:
¿Qué tanta capacidad tenemos de
involucrarnos con los otros en esa búsqueda de la felicidad?
¿Qué tanto reconocemos que todos
podemos estar heridos alguna vez y saber que ese otro, con el que camino en la
vida, puede tenderme la mano? ¿Y, yo sería
capaz de ofrecerle la mía?
El término compasión ha caminado
a lo largo del tiempo y en diferentes culturas. Por ejemplo, para los budistas
la compasión representa una cualidad de la mente humana, que permite observar,
con sabiduría el sufrimiento de todos los seres vivos.
Para Arthur Schopenhauer la
compasión es el eje de la ética y la moral humana porque contribuye a que
establezcamos valores y normas que evitan el sufrimiento y la pesadumbres de
los demás.
Unamuno refiere a la compasión
como una pasión compartida, como la capacidad de compartir emociones y sentimientos
“de” y “con” otros seres.
Se considera que la compasión es
condición previa de la felicidad. La compasión es un camino de auténtica
humanidad.
Para el especialista en
Mindfulness Thích Nhit Hinh la compasión es la única energía que puede
ayudarnos a entrar realmente en contacto con otro ser humano.
Thích nos dice que la compasión
es la capacidad de entender el sufrimiento de los demás y ayudar a removerlo.
La capacidad de ayudar a otros a
sufrir menos. El verdadero amor trae
alegría a ambos, una persona que no tiene
compasión nunca podrá ser verdaderamente feliz. Pues considera que sentir al
otro es abandonar la calma interior para ponerse en la piel del otro y sentir
con él. Pues si la persona se cierra al otro, tiene que encerrar su felicidad
en sí mismo.
Entonces hablamos de una actitud
de apertura, de receptividad. No es sólo el sentir. Es caminar “con”, es
construir “con” y desde las diferentes circunstancias que se nos presenten en
la vida como personas.
La compasión implica empatía,
pues es identificarse con el sentimiento del otro, no es sólo ponerse en los
zapatos del otro, es llegar a participar con él, tanto del dolor, la tristeza o
el sufrimiento.
Cualquier sufrimiento es digno de
compasión. Por tanto, se considera que
la compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. Si
deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso es cultivar sentimientos de
empatía o proximidad hacia los demás.
La compasión es un sentimiento de
responsabilidad, de preocupación por esa persona y donde independientemente del
grado de desdicha, se procura la felicidad por el bienestar de los otros.
Recuerden que un corazón compasivo
es el que siente desde lo más profundo, aunque nacemos con la capacidad de la
compasión se puede potenciar más la compasión del corazón de aquellas personas
a quienes se les cultivó desde la infancia a tener la experiencia del otro, y
se les cultivó la diversidad de emociones que se dan en las personas.
Lo mismo las emociones dolorosas
que las amorosas, o las emociones como el enojo, la alegría, la impotencia, la
frustración, el espíritu de búsqueda y la FELICIDAD.
Como seres humanos somos un
entramado de emociones y sentimientos positivos y negativos, toma en cuenta que crece aquella
persona que logra ir integrando a la vida todas sus situaciones y
circunstancias, independientemente de los dolores. Lo más importante es
enfocarse diariamente, con un alto Mindfulness, en todos los aspectos
positivos.
El reconocimiento de que en la
vida existe el dolor y la felicidad es una expansión humana importante. Se
puede trabajar en ello y transformarlo en un alto bienestar cuando nos
enfocamos profundamente en todo lo bueno del día.
En la vida es bueno cultivar los
vínculos familiares y sociales con todo lo que de ello se deriva. Es posible
decir que la compasión inicia con la empatía.
De acuerdo a Bermejo, 2012, la
empatía es el arte de mirar desde el punto de vista del otro para comprenderlo:
“Nacemos con los ojos pero no con la mirada. Para ver basta con dirigir los
ojos hacia el estímulo en cuestión, para mirar hay que poner en marcha el
corazón”.
Es mucho mejor vivir la vida desde la amabilidad y la compasión.
Sería posible poner diversos ejemplos de la gente amable y compasiva, el ejercicio de ese par de
cualidades llena la vida de las personas con alegrías distintas, por ejemplo, un médico que salva
la vida de alguien, una persona amable que ofrece un órgano a alguien que lo
necesita, alguien que da de comer a los mendigos, alguien que acompaña a
dolientes en una pérdida significativa, personas que acompañan y no tienen
miedo al dolor del otro, alguien que tiende su mano y ofrece la calidez de su
presencia.
Si existe el desequilibrio al
bajar tus niveles de amabilidad provocaría la falta de salud emocional
necesaria para afrontar la vida, el equilibrio de la amabilidad está
relacionado con una justa realización de las actividades humanas.
Me parece fundamental lo que el
Dalai Lama refiere. Que debemos llegar a ver la paz mental y la felicidad
interna que deriva de ello. Al mismo tiempo debemos reconocer las carencias que
vienen del egoísmo; para poder cuestionarlo, refutarlo, y quizá, para optar por
el compartir constante.
Si lo que deseamos es ser compasivos,
cabe recordar que la compasión es identificarse con nuestros semejantes y
expresar nuestra ternura por ellos.
Para ser compasivos debemos
primero entender las verdaderas necesidades de los otros, así como las propias,
de esta manera podremos dar algo que sea realmente útil y que manifieste, en
forma clara, nuestro amor.
Dar algo con desprendimiento y de corazón.
Podemos estar satisfechos de
nuestra compasión cuando un día nos encontremos amando a nuestros enemigos sin
importar lo que ellos sientan por nosotros. Sintiendo ternura por ellos.
¡Que grande es este estado de
compasión y más aún, que grande es aquél
que lo alcanza!
Al referirme a la ternura,
podrías definirla como un sentimiento, una experiencia del corazón, una fuerza
que nos humaniza.
La ternura evoca vínculos que nos
unen, es una experiencia que nos ennoblece y nos vuelve más humanos. En
términos humanos, lo que convierte en valioso a un vínculo es el acto de
entregarse a otro.
La ternura sintetiza afecto,
dulzura, calor y consuelo. Nos lleva a tratar a los demás con el cuidado y la
delicadeza que se merecen, por otro lado, también aquí se
considera Acompañar. Acompañar es ser piedra angular en el proceso de cualquier
relación humana. La relación humana es un proceso que cobra sentido
trascendente sólo cuando nos revelamos unos a otros para compartir nuestra
manera de entender la vida.
No considero que sea posible
vivir aislados. De aquí desprendería por lógica simple, que necesitamos
convivir con otros.
Por experiencia profesional,
puedo decir que un sinfín de situaciones que se pueden observar en mi
consultorio son por un no acompañamiento, por no escuchar, por una constante
falta de comprensión al otro.
Surge una invitación a tejer la
amabilidad, la alegría, el festejo, la ternura, el acompañamiento, la empatía y
la compasión en la construcción de sociedades nuevas, aquí es donde se
considera importante a las personas y con ello crear los recursos para ser
felices.
Considero relevante distinguir
muy bien las emociones y llamarlas por su nombre como lo recomienda Daniel
Goleman al hablar de la inteligencia emocional.
Por ejemplo, hay que distinguir
la diferencia entre Felicidad, amor, alegría y festejo. Son muy diferentes y constantemente se
confunden.
Una relación de amor es cuando
estamos con empatía (nos ponemos en el lugar del otro), tenemos una
sensibilidad y comprensión completa del otro (y la mía propia) y nos
encontramos con la disposición plena para ayudar a que el otro logre en la vida
lo que le interesa.
Si se describe con pocas palabras
frías podría decirse que el amor es un conjunto de sentimientos que ligan una
persona a otra.
El festejo en cambio, es una
fiesta que se hace para celebrar algo. Busca alegrar. Este es un sentimiento
muy volátil, poco duradero. Al día siguiente del festejo, ya no hay alegría. La
fiesta se olvida muy rápido.
Para Torralba, la alegría es la
esencia de la fiesta y la fiesta es el paréntesis necesario para vivir
equilibradamente. Pero eso no es la
felicidad. Es un sentimiento grato y vivo producido por un motivo placentero
que suele manifestarse con signos exteriores, con la tendencia a la risa o la
sonrisa, la alegría es fácil de olvidar.
Es útil para vivir destellos del
presente y con ello poder olvidar momentáneamente los sentimientos
negativos.
En cambio la FELICIDAD es producida por la amabilidad, la compasión, la
conectividad social, el perdón, la gratitud, la conectividad con la naturaleza,
la benevolencia, el amor, y por otras prácticas positivas hacia los demás, que
se deciden realizar conscientemente. La felicidad es más duradera y plena. Y mejor si se realiza con un profundo
Mindfulness.
La amabilidad nos hará seres
sensibles, accesibles, sencillos y nos permitirá tener aquella actitud de
disponibilidad que responde con gusto al acercamiento del otro. Demuestra
autenticidad en tu conducta, junto con una actitud permanente y libremente
asumida de servir a los demás con alegría, cortesía, calidad humana. Pero sobre
todo con amabilidad y compasión. La amabilidad es esa cualidad que
nos permite tener el corazón, los sentidos y el alma abierta a lo que pueda
suceder en un vínculo y que nos da la oportunidad de aceptar respetuosamente la
presencia, la existencia y la singularidad.
Nos permite también ofrecer una relación de gran calidad entendida como
un encuentro entre personas donde todos salen ganando porque se ofrece con lo
mejor que tenemos como personas.
Ser personas amables abre la
puerta a un mundo de generosidad, de bondad, de alegorías. Transformando la
existencia en un festejo donde los gestos amables fluyen de persona a persona,
siempre en su aquí y en su presente.
Saber acompañar, saber estar,
saber compartir comienza por reconocer al otro. Es saber comprender al otro
desde lo profundo, con su historia personal que le permite percibir, sentir y
vivir la vida de una manera particular.
Sobre todo saber comprender
nuestra vida, con la empatía que hace posible que todas las experiencias de
vida sean “amorosamente” sentidas. Es el inicio de un impulso
interno a ser mejores siempre, a ser sensibles y respetuosos no sólo con uno
mismo, sino también en ofrecimiento a los otros.
Tener un corazón compasivo y
amable nos da la pauta para sentirnos como seres humanos, sentir la mano del
otro, la caricia del otro, la mirada llena de amor del otro.
Es entonces que caminar por la
vida puede dejar de ser sólo andar o un sólo estar, para transformarse en la
invitación para todos en la construcción de caminos basados en el amor y la
felicidad.