lunes, 20 de febrero de 2017

Amabilidad y Compasión

Dos cualidades humanas serán propuestas en la presente reflexión que derivan en la construcción de la felicidad:

La amabilidad y la compasión.


Coincido en que la Amabilidad, es considerada como el acto o el estado del comportamiento caritativo hacia otras personas y seres, donde la persona amable es aquella que por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada.

La sola palabra amable es dulce, anima, levanta, consuela y fortalece, es afabilidad en la conducta, naturalidad en el obrar, paz en el semblante, benevolencia en la mirada.

La amabilidad se comunica y trasmite de un solo corazón a los corazones de una familia o comunidad entera.

Recuerda que la amabilidad pone la sensibilidad más profunda de la persona al bien y al servicio del otro.

Es ofrecer lo que mejor se tiene y compartirlo con los demás, de manera generosa e incondicional.

Es una actitud. Una manera constante de vivir y fluir con uno mismo y con el otro.

La amabilidad se caracteriza por tener hacia los demás:

a) dominio propio
b) actitud pacificadora
c) respeto
d) honra
e) gozo
f) consideración

Se puede decir que no existe la amabilidad ni la compasión sin el otro. Considerar la existencia del prójimo es indispensable para la existencia de la amabilidad o la compasión.

La indiferencia mata al otro y el Mindfulness hacia el otro le da vida. Entiendo Mindfulness como el enfocarse profundamente en una sola cosa. Es Meditar. Concentrarse. Es ser MonoTasking.

Al mirar con cuidado las características de la amabilidad podemos darnos cuenta que son una serie de elementos que entran en el terreno de los valores. Sólo son elementos promovidos por quienes los conocen.

¿Qué propósito tiene la amabilidad?

En un ejercicio de auto observación vale la pena preguntarnos si nacemos con amabilidad o la aprendemos.

Quizá descubrimos que la vivimos y somos amables. O quizá descubrimos que nos falta fortalecerla y tiene un gran propósito.

Lo importante es que nos demos cuenta y podamos optar por ser amables, también reconocer que la amabilidad contribuye fuertemente con la felicidad del que la ofrece.

La calidad de las relaciones humanas inicia en la capacidad de reflexionar cómo nos relacionamos con nosotros mismos, cómo nos miramos y cómo nos sentimos.

¿Lo hacemos amorosamente?

¿Nos tratamos con amabilidad?

La manera en cómo nos tratemos es la manera como nos vinculamos con el mundo, de esta forma es como nos relacionamos unos con otros dentro de nuestro núcleo familiar, con nuestros amigos, con desconocidos e incluso con nuestros animales.


Sobre la Compasión quisiera que reflexionemos lo siguiente:




Si deseamos un mundo lleno de personas felices vale la pena preguntarnos:
¿Qué tanta capacidad tenemos de involucrarnos con los otros en esa búsqueda de la felicidad?
¿Qué tanto reconocemos que todos podemos estar heridos alguna vez y saber que ese otro, con el que camino en la vida, puede tenderme la mano?  ¿Y, yo sería capaz de ofrecerle la mía?

El término compasión ha caminado a lo largo del tiempo y en diferentes culturas. Por ejemplo, para los budistas la compasión representa una cualidad de la mente humana, que permite observar, con sabiduría el sufrimiento de todos los seres vivos.

Para Arthur Schopenhauer la compasión es el eje de la ética y la moral humana porque contribuye a que establezcamos valores y normas que evitan el sufrimiento y la pesadumbres de los demás.

Unamuno refiere a la compasión como una pasión compartida, como la capacidad de compartir emociones y sentimientos “de” y “con” otros seres.

Se considera que la compasión es condición previa de la felicidad. La compasión es un camino de auténtica humanidad.

Para el especialista en Mindfulness Thích Nhit Hinh la compasión es la única energía que puede ayudarnos a entrar realmente en contacto con otro ser humano.

Thích nos dice que la compasión es la capacidad de entender el sufrimiento de los demás y ayudar a removerlo.

La capacidad de ayudar a otros a sufrir menos.  El verdadero amor trae alegría a ambos, una persona que no tiene compasión nunca podrá ser verdaderamente feliz. Pues considera que sentir al otro es abandonar la calma interior para ponerse en la piel del otro y sentir con él. Pues si la persona se cierra al otro, tiene que encerrar su felicidad en sí mismo.

Entonces hablamos de una actitud de apertura, de receptividad. No es sólo el sentir. Es caminar “con”, es construir “con” y desde las diferentes circunstancias que se nos presenten en la vida como personas.

La compasión implica empatía, pues es identificarse con el sentimiento del otro, no es sólo ponerse en los zapatos del otro, es llegar a participar con él, tanto del dolor, la tristeza o el sufrimiento.

Cualquier sufrimiento es digno de compasión.  Por tanto, se considera que la compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso es cultivar sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás.

La compasión es un sentimiento de responsabilidad, de preocupación por esa persona y donde independientemente del grado de desdicha, se procura la felicidad por el bienestar de los otros.

Recuerden que un corazón compasivo es el que siente desde lo más profundo, aunque nacemos con la capacidad de la compasión se puede potenciar más la compasión del corazón de aquellas personas a quienes se les cultivó desde la infancia a tener la experiencia del otro, y se les cultivó la diversidad de emociones que se dan en las personas.

Lo mismo las emociones dolorosas que las amorosas, o las emociones como el enojo, la alegría, la impotencia, la frustración, el espíritu de búsqueda y la FELICIDAD.

Como seres humanos somos un entramado de emociones y sentimientos positivos y negativos, toma en cuenta que crece aquella persona que logra ir integrando a la vida todas sus situaciones y circunstancias, independientemente de los dolores. Lo más importante es enfocarse diariamente, con un alto Mindfulness, en todos los aspectos positivos.

El reconocimiento de que en la vida existe el dolor y la felicidad es una expansión humana importante. Se puede trabajar en ello y transformarlo en un alto bienestar cuando nos enfocamos profundamente en todo lo bueno del día.

En la vida es bueno cultivar los vínculos familiares y sociales con todo lo que de ello se deriva. Es posible decir que la compasión inicia con la empatía.

De acuerdo a Bermejo, 2012, la empatía es el arte de mirar desde el punto de vista del otro para comprenderlo: “Nacemos con los ojos pero no con la mirada. Para ver basta con dirigir los ojos hacia el estímulo en cuestión, para mirar hay que poner en marcha el corazón”.

Es mucho mejor vivir la vida desde la amabilidad y la compasión.

Sería posible poner diversos ejemplos de la gente amable y compasiva, el ejercicio de ese par de cualidades llena la vida de las personas con alegrías distintas, por ejemplo, un médico que salva la vida de alguien, una persona amable que ofrece un órgano a alguien que lo necesita, alguien que da de comer a los mendigos, alguien que acompaña a dolientes en una pérdida significativa, personas que acompañan y no tienen miedo al dolor del otro, alguien que tiende su mano y ofrece la calidez de su presencia.

Si existe el desequilibrio al bajar tus niveles de amabilidad provocaría la falta de salud emocional necesaria para afrontar la vida, el equilibrio de la amabilidad está relacionado con una justa realización de las actividades humanas.

Me parece fundamental lo que el Dalai Lama refiere. Que debemos llegar a ver la paz mental y la felicidad interna que deriva de ello. Al mismo tiempo debemos reconocer las carencias que vienen del egoísmo; para poder cuestionarlo, refutarlo, y quizá, para optar por el compartir constante.

Si lo que deseamos es ser compasivos, cabe recordar que la compasión es identificarse con nuestros semejantes y expresar nuestra ternura por ellos.

Para ser compasivos debemos primero entender las verdaderas necesidades de los otros, así como las propias, de esta manera podremos dar algo que sea realmente útil y que manifieste, en forma clara, nuestro amor.

Dar algo con desprendimiento y de corazón.

Podemos estar satisfechos de nuestra compasión cuando un día nos encontremos amando a nuestros enemigos sin importar lo que ellos sientan por nosotros. Sintiendo ternura por ellos.

¡Que grande es este estado de compasión  y más aún, que grande es aquél que lo alcanza!

Al referirme a la ternura, podrías definirla como un sentimiento, una experiencia del corazón, una fuerza que nos humaniza.

La ternura evoca vínculos que nos unen, es una experiencia que nos ennoblece y nos vuelve más humanos. En términos humanos, lo que convierte en valioso a un vínculo es el acto de entregarse a otro.

La ternura sintetiza afecto, dulzura, calor y consuelo. Nos lleva a tratar a los demás con el cuidado y la delicadeza que se merecen, por otro lado, también aquí se considera Acompañar. Acompañar es ser piedra angular en el proceso de cualquier relación humana. La relación humana es un proceso que cobra sentido trascendente sólo cuando nos revelamos unos a otros para compartir nuestra manera de entender la vida.

No considero que sea posible vivir aislados. De aquí desprendería por lógica simple, que necesitamos convivir con otros.

Por experiencia profesional, puedo decir que un sinfín de situaciones que se pueden observar en mi consultorio son por un no acompañamiento, por no escuchar, por una constante falta de comprensión al otro.

Surge una invitación a tejer la amabilidad, la alegría, el festejo, la ternura, el acompañamiento, la empatía y la compasión en la construcción de sociedades nuevas, aquí es donde se considera importante a las personas y con ello crear los recursos para ser felices.

Considero relevante distinguir muy bien las emociones y llamarlas por su nombre como lo recomienda Daniel Goleman al hablar de la inteligencia emocional.

Por ejemplo, hay que distinguir la diferencia entre Felicidad, amor, alegría y festejo.  Son muy diferentes y constantemente se confunden.

Una relación de amor es cuando estamos con empatía (nos ponemos en el lugar del otro), tenemos una sensibilidad y comprensión completa del otro (y la mía propia) y nos encontramos con la disposición plena para ayudar a que el otro logre en la vida lo que le interesa.

Si se describe con pocas palabras frías podría decirse que el amor es un conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra.

El festejo en cambio, es una fiesta que se hace para celebrar algo. Busca alegrar. Este es un sentimiento muy volátil, poco duradero. Al día siguiente del festejo, ya no hay alegría. La fiesta se olvida muy rápido.

Para Torralba, la alegría es la esencia de la fiesta y la fiesta es el paréntesis necesario para vivir equilibradamente.  Pero eso no es la felicidad. Es un sentimiento grato y vivo producido por un motivo placentero que suele manifestarse con signos exteriores, con la tendencia a la risa o la sonrisa, la alegría es fácil de olvidar.

Es útil para vivir destellos del presente y con ello poder olvidar momentáneamente los sentimientos negativos. 

En cambio la FELICIDAD es producida por la amabilidad, la compasión, la conectividad social, el perdón, la gratitud, la conectividad con la naturaleza, la benevolencia, el amor, y por otras prácticas positivas hacia los demás, que se deciden realizar conscientemente. La felicidad es más duradera y plena.  Y mejor si se realiza con un profundo Mindfulness.

La amabilidad nos hará seres sensibles, accesibles, sencillos y nos permitirá tener aquella actitud de disponibilidad que responde con gusto al acercamiento del otro. Demuestra autenticidad en tu conducta, junto con una actitud permanente y libremente asumida de servir a los demás con alegría, cortesía, calidad humana. Pero sobre todo con amabilidad y compasión. La amabilidad es esa cualidad que nos permite tener el corazón, los sentidos y el alma abierta a lo que pueda suceder en un vínculo y que nos da la oportunidad de aceptar respetuosamente la presencia, la existencia y la singularidad.  Nos permite también ofrecer una relación de gran calidad entendida como un encuentro entre personas donde todos salen ganando porque se ofrece con lo mejor que tenemos como personas.
Ser personas amables abre la puerta a un mundo de generosidad, de bondad, de alegorías. Transformando la existencia en un festejo donde los gestos amables fluyen de persona a persona, siempre en su aquí y en su presente.

Saber acompañar, saber estar, saber compartir comienza por reconocer al otro. Es saber comprender al otro desde lo profundo, con su historia personal que le permite percibir, sentir y vivir la vida de una manera particular. 

Sobre todo saber comprender nuestra vida, con la empatía que hace posible que todas las experiencias de vida sean “amorosamente” sentidas. Es el inicio de un impulso interno a ser mejores siempre, a ser sensibles y respetuosos no sólo con uno mismo, sino también en ofrecimiento a los otros.

Tener un corazón compasivo y amable nos da la pauta para sentirnos como seres humanos, sentir la mano del otro, la caricia del otro, la mirada llena de amor del otro.


Es entonces que caminar por la vida puede dejar de ser sólo andar o un sólo estar, para transformarse en la invitación para todos en la construcción de caminos basados en el amor y la felicidad.

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